Hay gente que nace con un don. Puede que se dé cuenta y que lo desarrolle y perfeccione a lo largo de los años, o puede que no, pero ese don va en los genes y en un momento u otro sale a relucir. A mi primo Álvaro, con cuatro años, le tarareabas cualquier canción y la tocaba inmediatamente con la flauta. Y Luna, la hija de mi amiga Marta, con dos o tres añitos montaba unas coreografías que ni Madonna, y nadie sabía de dónde sacaba esos pasos y ese sentido del ritmo.

Pues en Bornay tienen un don: el don de mezclar flores, colores y texturas de lo más extravagantes para conseguir resultados maravillosos. Nunca he visto un ramo suyo que no me gustase, nunca he visto una composición que, pese a los extraños ingredientes, me resultase vulgar. No se cortan un pelo, mezclan flores imposibles y hasta las pintan con spray para conseguir colores que parecen sacados de otro planeta o del fondo del mar. Y aquí una, que es clásica dentro de la modernidad, se quedaba ojiplática pieda pómez. :)

Al llegar nos encontramos con un taller genial lleno de detalles…

…y un montón de flores para dar rienda suelta a la imaginación.

Hicimos tres arreglos estupendos. El primero, una carpet. Consistía en poner muchas flores muy apretaditas y muy bajitas, para que el resultado final fuese como el de una alfombra. La mía era en rosa clarito, fucsia y verde. Arriesgando cero patetero. :)

El segundo, un ramo de novia. Este fue uno de los momentos en los que «el don» nos dejó a todas con la boca abierta. Fátima nos estaba explicando cómo colocar las flores y, a lo tonto, cogiendo una flor de aquí y una flor de allá y sin pensárselo nada, hizo una maravilla de ramo de esos que te gustaría consevar para siempre, poner en tu casa y no dejar de mirarlo jamás. Si no fuese porque, para mí, parte del encanto de las flores es precisamente que son perecederas.

Mi ramo era en colores suaves y empolvados, muy delicado, así que lo até solo con cuerda para quitarle pastelosidad. En el tema ramos las niñas se lucieron e hicieron preciosidades, yo me hubiera casado con el 90% de ellos. :)

Y, para terminar, un centro barroco. La idea es que fuese más alto, más selvático y más exuberante. Me encantó hacerlo y dar alas a mi lado excesivo, que casi nunca sale a la luz (en la decoración por lo menos, jajaja). Por supuesto, tenía que ser amarillo, que ya estaba tardando.

Y hasta aquí nuestras obras de arte. Un curso cien por cien productivo y cien por cien recomendable, yo disfruté muchísimo y conocí a gente estupenda, además de tener la excusa perfecta para pasar unos días en Barcelona. Marta, Fátima, Joan, mil gracias por todo, ¡avisadme para el próximo que no me lo pierdo! Lo único que me fastidió fue tener que dejarme los centros ahí, era un rollazo llevarlos en el avión. Pero mi amiga Candela encantada de la vida y con el salón precioso. :)

Por cierto, como os habréis dado cuenta ayer no publiqué y perdí la apuesta. Voy preparando la Visa para invitar a una noche de cócteles a esa bruja que anda por ahí. Va a ser una ruina pero el planazo-noche-loca no nos lo quita nadie.

¡Un beso enorme y feliz jueves!

Indara