Como os dije el viernes, os traigo un post con todos los detallitos de la boda para que los veáis bien y podáis inspiraros o, directamente, copiar todo lo que os apetezca. :)

La decoración de la ceremonia fue muy sencilla, siguiendo la paleta de colores que daba armonía a toda la boda. El parque era tan bonito que no hacía falta mucho más.

Sillas vestidas con un lazo de rafia, alfombra blanca (tuve que pelear un poco, las alfombras rojas me gustan para los Oscar) y pétalos verdes. Me quedó la espinita de los pétalos amarillos, dan una alegría insuperable para el verano. ¡Y dos madrinas! No sacrifiquéis vuestra felicidad por seguir las tradiciones.

Una mesa de forja con jaulas de pájaros y hortensias daba la bienvenida a los invitados. Al otro lado, una carretilla blanca con bolsas de algodón natural llenas de pétalos también verdes para que nos lanzasen al terminar.

Sobre la mesa, un gran tarro de cristal hermético lleno de flores y, a nuestros pies, unas enormes bolas verdes y blancas hechas de hortensias.

Ah, y los niños, vestidos de niños. :D Con menorquinas blancas y vestidos de algodón. En el pelo, una diadema con las flores de mi ramo.

Tanto las jaulas con flores como las bolas de hortensias y la carretilla se reutilizaron después en el claustro. No es cuestión de ahorrar más o menos, sino de aprovechar los recursos de los que disponemos.
¡Ah! Un par de personas me dijeron que las alianzas no se veían en ninguna foto. Aquí va la mía.

Llegamos al claustro. La billetería la visteis el viernes. Os enseño los billetes que conducían a cada invitado a su destino. Yo quería maletas antiguas como atrezzo, pero encontré pocas y carísimas. Había que definir prioridades y decidimos que las maletas no lo eran. En su lugar, colocamos cajas de cartón a modo de baúles, forradas con papel kraft y multitud de etiquetas de viaje.

También colocamos una mesa a modo de «despacho del jefe de estación» para poner el libro de firmas. La decoramos con libros, una radio antigua, un reloj de mi bisabuelo y una foto de hace muchos años de mi madre, mi hermana y yo en Port Aventura, vestidas de época. :D En la pared, un mapa con chinchetas en las estaciones de tren del mundo que habíamos asignado a cada mesa.

También pusimos un viejo baúl chino de mi madre lleno de alpargatas. Ah, y bolsas de papel para que las mujeres pudieran meter sus zapatos. Un detalle que no costó casi nada y que nos agradecieron muchísimo.

En las mesas, mil tarros y botellas como ya os conté. Los decoramos con puntillas de algodón y etiquetas antiguas de mermeladas y conservas.

Sobre cada plato, ramitos de lavanda hechos por mi madre con tarjetitas DIY para dar las gracias a los invitados y un cascabel. ¿Por qué un cascabel? Ni idea. :) Y, bajo el ramito, la minuta de la cena, imitando la parte de atrás de una postal. Otro guiño viajero.

Los nombres de las mesas, las cartas de aperitivos, las cartas de cócteles y las tarjetas de la mesa de dulces las hicimos siguiendo un mismo patrón: una plantilla gratis que nos bajamos de la página de Martha Stewart. Coste cero, efecto diez. Y sí, es cierto que los restaurantes ya incluyen en la tarifa todas estas cosas, pero… ¿verdad que no es lo mismo?

La mesa de dulces y nuestros muñecos personalizados. ¡Jimena no podía faltar!

Los regalos de los invitados nos dieron más de un dolor de cabeza. Qué difícil es encontrar cosas prácticas y un poco originales. Todos estaban envueltos en papel de seda de color crudo y metidos en bolsitas de algodón con tarjetas DIY. El regalo para los chicos: Chocspoons de un montón de variedades diferentes. Para las mujeres hubo dos regalos diferentes: para la generación amigas/primas, broches Marisildas, monísimos y todos diferentes. Y para la generación madres/tías/abuelas y edades intermedias (a criterio de mi madre, no soy responsable), jabones con una chapita de metal y el nombre de cada invitada grabado. Este último regalo supuso una logística altamente avanzada con bolsitas etiquetadas y separadas por mesas para agilizar la entrega. Éxito total, pero no es mérito mío, el regalo lo hizo mi madre y ella se encargó de todo.

Y por último, las cestas de los baños. Otro detalle tonto y muy barato que los invitados nos agradecieron un montón. ¡Lo usaron todo! Os pongo el cartel del baño de las chicas.

El resto de cosas ya las habéis visto: el coctelero, el caricaturista, el marco, los disfraces…

Meses antes de la boda me hice daño en un pie y estuve de baja. De hecho, me casé aún medio coja e infiltrada, como los futbolistas. :) Como tenía que estar todo el día en reposo, me dediqué por completo a la boda. Todo lo que habéis visto estos dos días es fruto de meses sin hacer otra cosa. Iván, mi madre, mi hermana, mis amigas… todos se volcaron con la boda, me ayudaron muchísimo y no puedo estar más agradecida. Pero, a pesar de todo, eché muchas veces en falta a alguien que me guiara y diera forma al torbellino de ideas que rondaban todo el día por mi cabeza. Alguien que entendiera mi sensibilidad y me diera la seguridad de que, tras meses de trabajo, todo iba a salir perfecto, porque iba a estar pendiente de todo, desde la colocación de las sillas de la ceremonia hasta la entrada de la música o la reposición de las velas que se apagaban. Alguien que hiciera realidad mis ideas, pero que me permitiera hacer muchas cosas yo misma. Alguien que se peleara con las empresas de bolsas de algodón para rebajar el pedido mínimo y que no me mirara como a una loca al decirle que quería construir una taquilla de billetes de tren. Y, señoras y señores, de toda esta locura perfeccionista nació El sofá amarillo.

¡Un beso enorme y feliz lunes!